Es posible que uno escriba
porque entre la claridad extraordinaria
y las tinieblas
se aloja la dignidad de la amargura
junto a las pequeñas alegrías.
O quizá porque entre el olvido
y la memoria
se instalan las zozobras,
las duras penas,
destellos y obsesiones.
O tal vez porque entre el cielo
y el mar
transcurre el vuelo
y entre alba y ocaso
fluye el día.
Sospecho que uno escribe
porque entre el nacer y el morir
se despliega la incansable
delicia de la vida
renovadora de colores.
Y uno trata
-sólo trata-
de entender sus modales
porque a veces
ella te hace sentir feliz
como pie desnudo bajo una cascada
o condenado
como vagabundo que agoniza
en una zanja.
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